KIARA HERVIAS ECHANDÍA

Dados los últimos acontecimientos de bullying (acoso escolar) ocurridos en diferentes colegios de nuestro país desde el regreso a clases presenciales, es pertinente preguntarnos: ¿Qué tanto sabemos, sobre todo, entendemos al respecto?  

Conversamos con Olenka Peláez, psicóloga especializada en niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista) y fundadora del Centro Terapéutico Niños Brillantes, quien nos compartió su conocimiento sobre el tema y trabaja con adolescentes de los últimos años de la secundaria. 

AGRESOR Y AGREDIDO

“Quienes suelen ejercer bullying son personas con mucha necesidad de validación, quienes gustan de la sensación de poder hacia determinadas cosas”, nos comenta Olenka, “son personas con baja autoestima que no sienten seguridad en sí mismas”, sostiene. Por lo que recurren a buscar en quién canalizar negativamente todo aquello que sienten generando así una falsa sensación de seguridad y confianza en sí mismos. 

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En el caso de los agredidos, “generalmente son quienes si algo les ha sucedido, mamá responde. Si no han hecho tarea por ejemplo, mamá se encarga de mandar notita justificando”, explica Olenka, añadiendo que por ello “no saben cómo defenderse por sí mismos”, entendiendo ‘defenderse’ no solamente como reacción ante cualquier agresión, si no también como ‘valerse’. 

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Entonces, al verse enfrentados a la necesidad de defenderse de algún comportamiento hostil de un compañero, no saben exactamente cómo actuar, pues suelen estar acostumbrados a que “alguien más actúe por ellos”. Y es así como se crea la dinámica entre quien agrede para paliar superficialmente su inseguridad y quien se deja agredir al no saber cómo defenderse.

Existe una vulnerabilidad fuerte, quienes la poseen a pesar de recibir por ejemplo algún comentario negativo pueden contestar bien. Pero existe también la vulnerabilidad débil, que viene desde la personalidad, desde el temperamento”, expresa. 

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Desde el temperamento suelen tomar la crítica de modo muy personal y toman mucha importancia a qué puedan pensar los demás sobre ellos, por lo que la probabilidad de ser “bulleadores” es mayor de quienes poseen una vulnerabilidad fuerte. 

Podría decirse entonces que cobran víctimas a las que, más allá de que estas posean vulnerabilidad fuerte o débil, quieren hacer sentir cómo ellos se sienten; y esta violencia psicológica puede ser tan insistente como persistente en el tiempo, que realmente lo logran.

Es fundadora del Centro «Niños Brillantes». (FOTO: ARCHIVO PERSONAL).

BULLYING EN LA PUBERTAD Y ADOLESCENCIA 

“Es muy diferente que un púber haga bullying a que lo realice un adolescente, por tratarse de etapas diferentes del desarrollo”. En la pubertad existe un menor nivel de consciencia respecto a la repercusión de nuestros actos. Qué podría ocasionar actuar o no de tal modo u otro. 

En cambio, en la adolescencia, si bien esta consciencia aún no está totalmente desarrollada como en la adultez, “uno ya sabe qué es estar triste, que las personas se enojen, la ira”, por eso se es capaz de comprender las consecuencias de nuestros actos también.  

“Ya no hay tanta inocencia”, afirma Olenka, dando a entender que cuanto mayor en edad es una persona que ejerce bullying, más consciente es del daño que podría estar ocasionando al hacerlo. 

REPERCUSIONES EN EL FUTURO

Depresión, ansiedad, frustración, estrés, dificultad para relacionarse socialmente, son sólo algunas de las repercusiones del bullying en una víctima infantil y de no realizar una adecuada terapia psicológica, pueden desencadenarse en la etapa adulta de su vida e impedirían un adecuado desarrollo en todo ámbito: personal, social, académico, laboral, etc

“La depresión puede causar un rendimiento académico inferior”, menciona Olenka por citar ejemplo de alguna de estas consecuencias. Y esto se da debido a la apatía que siente una persona deprimida, siendo este un síntoma muy frecuente en el estado depresivo. 

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Se trata de un estado de desinterés y falta de motivación, por lo que incluso si estudiar ha sido una actividad que la víctima solía disfrutar antes de haber sufrido bullying, al entrar en depresión lo más usual es que ya no genere el mismo interés, declinando así dicho rendimiento.

La solución más eficaz está en la prevención, invitando a los padres de los niños que posean las “características” tanto de posible agresor como posible agredido, a llevarlos a realizar terapia psicológica. 

Más es cierto que dicha terapia suele darse cuando ya se está dando el bullying, pues es difícil detectar quién posiblemente realice bullying y quién posiblemente lo reciba. Aún así, la terapia psicológica es sumamente conveniente para ambas partes de esta dinámica de violencia (agresor y víctima), y debe realizarse con la mayor prontitud posible para evitar así todo el daño colateral que pueda desencadenarse.

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